Cuando se habla de sostenibilidad empresarial se hace referencia a la creación de valor económico, social y medioambiental, así como a la capacidad de sostenerse en el tiempo, a través de valor agregado y factores diferenciadores, permitiendo penetrar en los mercados y fidelizar a los clientes potenciales, marcando diferencia frente a la competencia.

De igual forma, la sostenibilidad empresarial es considerada un esfuerzo conjunto de los departamentos de una empresa, con el único propósito de gestionar sus recursos responsablemente para lograr que su actividad económica genere rentabilidad, a la par que se respetan los factores sociales y medioambientales que influye en la ejecución de sus operaciones. Sin embargo, cuando existen crisis económicas a causa de la inflación, la tasa de cambio o diferentes factores externos que influyen en el poder adquisitivo del mercado, las empresas, en especial los emprendimientos, sufren cambios bruscos en sus ingresos, afectando su operación normal que en ocasiones conlleva al cierre, no solo del sitio, sino de oportunidades laborales y de sueños propuestos por los emprendedores.

En este marco argumentativo, la sostenibilidad empresarial ha de estar configurada en un plan estratégico que le permita atravesar las coyunturas propias del devenir empresarial, encaminadas al planteamiento de tácticas que permitan alcanzar las metas propuestas y perdurar en el tiempo; además de medir el proceso de crecimiento y la capacidad de generar rentabilidad, fortaleciendo la administración y los sistemas de gobernanza que enmarcan la actividad empresarial, con el fin de generar mercados sólidos y eficientes a partir de organizaciones consolidadas y eficaces, garantizando que los recursos humanos, financieros y naturales se combinen de manera equitativa y eficiente promoviendo la innovación y el aumento de la productividad.

La revista “Estrategia Práctica”, resume las seis claves que permiten que las empresas sobrevivan y se consoliden en el tiempo:

  • Redundancia: montar un sistema sólido empresarial. Evitar que los problemas limiten la perdurabilidad de la empresa. Y en el remoto caso de que ocurra alguna crisis, tener un sistema capaz de solventarla con agilidad.
  • Diversidad: incluir todos los puntos de vista. Permite tener diferentes enfoques a la hora de diagnosticar cualquier problema. Esto es especialmente importante cuando hay situaciones que no habían sucedido antes.
  • Modular: nadie es imprescindible. Si un empleado falta, rápidamente otro puede ocupar sus funciones. De este modo los recursos son fácilmente intercambiables.
  • Adaptación: la organización debe ser capaz de ajustarse a las nuevas circunstancias en el corto plazo.
  • Prudencia: evitar los atajos. A la hora de tomar acciones, no dejarse llevar sólo por el corto plazo. Apoyar las decisiones en la experiencia y conocimiento.
  • Interiorización: el objetivo de todos es que la empresa perdure. La continuidad de la empresa debe ser parte de la cultura de la empresa.

Actualmente un tercio de las empresas fracasan en menos de 5 años, dado que de nada sirve que la dirección de la compañía crea en estos principios, si estos no son transmitidos a sus empleados. Es decir, sin una cultura de empresa sólida, nada de esto se puede mantener.