Por lo general consideramos el milagro como un acontecimiento que no puede explicarse por las leyes de la naturaleza, y por lo tanto se le atribuye un carácter divino. Sin embargo, por vivir inmersos en lo que alguien llamó “la rutina de lo extraordinario”, no somos conscientes de que a diario suceden en nuestro cuerpo verdaderos milagros, y, si fuéramos un poco más observadores, nos daríamos cuenta de que todo lo que constituye la vida es sencillamente milagroso.

Tomemos como ejemplo, una semilla. Al mirarla por primera vez nos parece frágil, sin mayor atractivo, tal vez no digna de una segunda mirada. Pero ignoramos, u olvidamos, que en su interior está el germen de la planta que, según su especie, crecerá y multiplicará, como en el relato bíblico, la semilla que le dio vida. Ilustremos el ejemplo con una semilla de maíz. Ella dará origen a una planta que producirá dos mazorcas, cada una con unos 500 granos o semillas, de manera que la planta ha multiplicado por mil a la semilla original. ¿No es maravilloso? Podríamos dar muchos ejemplos más, pero esta ilustración es suficiente para el buen entendedor. Gracias a este regalo de la naturaleza, es posible alimentar a una población cada vez más numerosa, que infortunadamente da mayor importancia a la generación de riqueza a través del agotamiento de los recursos naturales, antes que a su seguridad alimentaria. Como resultado, un alto número de especies vegetales se ha extinguido o está en peligro de desaparecer. De hecho, como resalta el portal profesional del medio ambiente, una de cada diez especies de plantas, de las 250.000 descritas en el mundo, está en peligro de extinguirse, esto significa que muchas de las plantas que nos pueden proveer alimentos, fibras y medicinas, tal vez no estén con nosotros en el próximo siglo, lo cual puede traer consecuencias nefastas para la supervivencia humana y animal.

Frente a esta perspectiva hay que actuar de manera pronta y decidida. Por fortuna, muchas organizaciones lo están haciendo, entre ellas nuestra institución de educación superior, COTECNOVA, la cual trabaja en dos frentes: el primero de ellos, la preservación y multiplicación de especies criollas en vía de desaparición, utilizadas en la alimentación humana y animal, entre ellas fríjol, maíz y hortalizas. El segundo frente consiste en realizar ensayos de adaptación de especies exóticas, al agrosistema del norte del Valle, como el sacha inchi, planta cuyos frutos tienen alto contenido de ácidos grasos esenciales omega 3 y 6, de los cuales se puede extraer aceite comestible y torta para alimentación animal. Sin embargo, genera incertidumbre si será suficiente el esfuerzo de estas instituciones y de las personas que quieren prolongar el milagro de la vida en nuestro planeta. Lo más probable es que si este esfuerzo no es compartido por todos, la pérdida será de todos, pues cada organismo hace parte de la intrincada red del ecosistema global, de manera que nadie  escapará a las consecuencias.