Una mirada rápida a las aulas de las i n s t i t u c i o n e s educativas actuales es suficiente para destacar la continuidad de los modelos pedagógicos conductistas establecidos desde los años 60; es evidente que tanto la disposición espacial, la distribución social de la clase y hasta la selección de los contenidos no ha cambiado en gran manera, excepto por las formas de relacionarse y el comportamiento de estudiantes y docentes. Entonces, si todo ha cambiado notablemente en la sociedad, por cuenta de la globalización y la digitalización ¿Qué pasa con la educación?

Si ampliamos la mirada a los modos de relacionarse que tienen los jóvenes con sus pares, familia y otros círculos sociales, es difícil ignorar que las TIC tienen un papel protagónico en las dinámicas sociales actuales. Sin embargo, en muchos casos, los dispositivos móviles se han etiquetado como enemigos que obstaculizan el proceso de enseñanza aprendizaje. Dicha posición de las Instituciones Educativas (IE) es algo que se debe revisar a la luz de las tendencias educativas, ya que se corre el riesgo de que las instituciones formadoras de ciudadanos, con competencias integrales para el desarrollo social, pierdan su rol predominante para dar paso a ideas emergentes de la educación que responden acríticamente a la demanda de los mercados. Por otro lado, así como se reconoce el retroceso en términos de logros y resultados de aprendizaje en el sistema educativo formal, hay tendencias educativas que han venido en ascenso y que se potenciaron aún más durante el confinamiento. El panorama descrito demanda que las IE reflexionen de manera urgente sobre su función social en el marco de la transformación digital y se piensen en términos de lo que se denomina Educación 4.0 para transformar sus proyectos educativos. Ello exige adaptaciones estructurales a nivel de cultura organizacional, la apropiación de las tecnologías que están en boga como la Big Data, Inteligencia Artificial, el Internet de las cosas y Computación en la nube, para iniciar un camino de transformación hacia una cultura de la innovación, pero, sobre todo, es necesario que todos los actores del sistema educativo estén en la disposición de asumir el reto de innovar y pensarse la sociedad del futuro.